Educación para un envejecimiento saludable y económico

Abr 1, 2021 | Capital Social, Economía de la Salud

Vivimos en un país que envejece. Este proceso presentará desafíos económicos importantes, como son el aumento del gasto en salud y de la deuda de los hogares, lo que tiene el potencial de generar una mayor presión sobre las finanzas públicas. Si queremos evitar este escenario, es importante comenzar a considerar las siguientes realidades.

Según datos de Naciones Unidas, la transición demográfica en Chile se encuentra en una fase avanzada, caracterizada por bajas tasas de fertilidad y un aumento de la esperanza de vida al nacer. El resultado de esto es el aumento en las tasas de dependencia de los adultos mayores, cuya aceleración llevará a que la proporción de personas sobre los 65 años, frente a quienes tienen entre 24 y 64 años, alcance aproximadamente el 50 % el año 2050.

Las cifras son preocupantes, y si bien no podemos detener el envejecimiento de la población, sí podemos ayudarla a tener una mejor calidad de vida. Para ello, la educación parece ser una pieza clave.

En un artículo recientemente aceptado en Journal of Aging and Health, exploramos el rol de la educación en la relación entre el envejecimiento de la población y los gastos en servicios de salud. Utilizando una muestra de 22 países de América Latina, encontramos que el envejecimiento de la población aumenta de manera importante el gasto en salud como porcentaje del PIB. Sin embargo, este efecto se mitiga en economías con niveles más altos de educación. Los resultados sugieren que esta última juega un papel importante. Es más probable que las personas más educadas sean más saludables a lo largo de toda la vida, y en particular en la vejez, y que tiendan a tener menores gastos de salud como porcentaje de sus ingresos.

La educación cumple, así, un rol en resguardar a las personas del deterioro, tanto físico como mental, propio de la vejez y, por lo tanto, es una condición necesaria para tener un menor gasto en salud. En este sentido, enfatizar en el currículo escolar los beneficios de una alimentación saludable (por ejemplo, a través del estudio del etiquetado de los alimentos) y de los beneficios de la actividad física, como así también de la importancia de una educación que nos permita tomar mejores decisiones financieras, parecen ser inversiones con una alta rentabilidad a lo largo de toda nuestra vida. Nuestros hallazgos sugieren que esto reduce la carga que tiene una población mayor sobre los gastos en servicios de salud.

Es crucial que nuestros gobiernos incorporen la temática del envejecimiento de la población en la agenda política y económica y que puedan crear conciencia de los desafíos que involucra este proceso. Una mejor educación actúa como un catalizador, cambiando actitudes que nos permitirán vivir un proceso de envejecimiento más saludable.

La actual pandemia ha evidenciado los costos que significa tener una población más envejecida y ha interrumpido el proceso educativo de niños, niñas y adolescentes. Es importante actuar a la brevedad, antes de que seamos demasiado viejos.

Por Florencia Borrescio y Patricio Valenzuela.

 


 

Esta columna fue originalmente publicada en El Mostrador.

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